El escenario político rumano atraviesa estos días una crisis de una magnitud sin precedentes durante los casi 30 años de democracia después del comunismo.
El empeño del primer ministro Sorin Grindeanu en no presentar su dimisión, pedida insistentemente por su propio partido, el PSD (el principal partido en el Gobierno), y forzada teóricamente por las dimisiones de los ministros, ha abierto el camino hacia un estreno verdaderamente extraño en la historia de Rumanía después del comunismo. Este jueves, el Consejo Ejecutivo Nacional del PSD ha decidido presentar una moción de censura contra su propio gabinete, instalado tras la victoria del partido en las elecciones parlamentarias de diciembre, cuando obtuvo casi un 45% de los votos.
Además, el Consejo Ejecutivo Nacional ha decidido castigar su actitud rebelde mediante una expulsión, por lo demás, previsible. Ayer, la coalición formada por el PSD y la ALDE había retirado el apoyo político a su Gobierno pero, como Grindeanu ha quedado firme, su formación ha tenido que continuar con las decisiones tomadas este jueves. Los líderes de la coalición, el socialdemócrata Liviu Dragnea, el presidente de la Cámara de los Diputados, y el liberaldemócrata Călin Popescu Tăriceanu, presidente del Senado, han afirmado que era necesario cambiar el equipo ejecutivo debido a lo que ha quedado pendiente respecto a la puesta en marcha del programa de gobierno.
La falta de eficiencia es un argumento que el primer ministro ha rechazado tajantemente, ya que los 6 meses que han transcurrido desde la instalación de su Gobierno no han permitido la aplicación de unas reformas más amplias. Además, Grindeanu, nombrado primer ministro por el propio Dragnea, ha denunciado la falta de objetividad y de transparencia en la elaboración, por parte de su partido, del informe de evaluación sobre su actividad. Lo mismo se aplica en el caso de los ministros.
Para los analistas, la destitución de Grindeanu es lo que ha pedido Dragnea, por un lado descontento con el hecho de que el primer ministro se ha convertido de un ejecutante obediente y dócil, como parecía a principios de su mandato, en un personaje que anhela una autonomía incómoda. Por otro lado, el Ejecutivo de Grindeanu no ha logrado imponer una legislación penal que ayudara a Dragnea, ya que éste último está bajo la espada de Damocles tras haber recibido una condena definitiva de 2 años de cárcel en régimen abierto y además, en otro expediente tiene una situación muy complicada. Por otro lado, desde la altura del cargo presidencial, Klaus Iohannis ha solicitado a la coalición gubernamental PSD-ALDE que solucione lo más rápido posible, la actual crisis política, para evitar el riesgo de desestabilizar el país. Según ha precisado la Administración Presidencial, todos los partidos miembros de la coalición tienen la obligación de encontrar una solución .
Tras haber metido la pata, el PSD deberá gestionar la crisis y vamos a ver si la oposición de derecha, en muchas ocasiones ausente, intentará o no aprovecharse de un momento con el que hasta ahora ni se atrevía a soñar.
(versión española: Monica Tarau y Simona Sarbescu)
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