Nos vemos para el "swartz" en Capsa, ésta era la fórmula con la que los escritores y los artistas se daban una cita en los años 30 del siglo pasado, los años de gloria del café literario Capsa.
La Casa Capsa es un lugar legendario de Bucarest. Situada en la Avenida Victoria de la capital, su historia se relaciona con el destino de la familia arrumana de los Capsa, que se había refugiado en Bucarest tras la destrucción de la ciudad de Moskopole. A mediados del siglo XIX, cuatro hermanos, Vasile, Anton, Constantin y Aron fundaron la pastelería Capsa donde al principio los postres y el chocolate eran traídos directamente de París para que paulatinamente los Capsa empezaran a formar al personal a su cargo en materia de pastelería.
Al final del siglo XIX y comienzo del siglo XX, la Casa Capsa era frecuentada por la alta sociedad rumana implicada en la vida política de modo que se llegó a decirse que allí se hacían y deshacían los gobiernos. Pronto, la pastelería se ganaría su merecida fama internacional. En 1873 le fue otorgada la Gran Medalla de la Exposición de Viena, en 1881 recibía la Medalla de Oro de la Exposición de Bucarest y en 1889, la Gran Medalla de Oro de la Exposición Universal. En 1882 se hicieron proveedores de la Casa Real de Rumanía, de la Casa del Príncipe Milán Obrenovici de Serbia, y en 1908, de la Casa del príncipe Fernando de Bulgaria.
En 1886, la Casa Capsa se extendió con la inauguración de un hotel y de un café y desde aquel entonces se transformaría en el lugar oficial de encuentro para las personalidades de la política, el periodismo, el arte y la cultura
La principal consumición era el "svart"(Schwartz Kaffee), o el café filtrado, un producto de origen alemán el más accesible para el bolsillo de la bohemia literaria, que pronto se transformaría en el blasón del gremio y en consigna democrática. No podemos pasar por alto una historia relacionada con la Casa Capsa. A invitación del rey Fernando y de la Reina Maria de Rumanía, en 1920, llegó a Bucarest el célebre mariscal francés Joseph Jacques César Joffre, en cuyo honor el gran confitero Grigore Capsa crearía un pastel de chocolate que sugería la forma cilíndrica de los cascos militares franceses. El pastel recibió el nombre del mariscal francés y llegó a ser famoso en el mundo.
Entre las dos guerras mundiales circulaba la idea de que para que uno llegara a ser considerado un auténtico escritor tenía que recibir el bautismo de la Casa Capsa considerada la redacción de todas las redacciones, el lugar donde se despachaban pasaportes para la inmortalidad. No en balde se decía de Capsa que era el lugar con dos salas, donde venían todos los señores, en una se comían pasteles y en la segunda los escritores se comían unos a otros.
Uno de los pilares del café y de los auténticos pilares de la cultura rumana, el poeta y matemático Ion Barbu, era el primero en llegar a Capsa desde las ocho de la mañana como a su propio despacho. Acudían luego el crítico Serban Cioculescu, los novelistas Liviu Rebreanu, Ionel Teodoreanu, Camil Petrescu, Zaharia Stancu, Ion Minulescu y muchos, muchos otros
Al final de la segunda guerra mundial, miembros del Partido Liberal y del Partido Nacional Campesino transformarían la Casa Capsa en un verdadero cuartel general en su intento de continuar la resistencia política contra el comunismo que empezaba a abrirse paso. Fue en vano porque en 1949, la casa fue nacionalizada. Es verdad que durante el comunismo Capsa siguió siendo el café de los universitarios pero nunca volvería a ser la de antes.
Después de 1989 se intentó resucitar el ambiente del período de entreguerras pero sin lograr revivificar la gloria del pasado cuando los umbrales de la Casa Capsa eran cruzados por artistas como Sarah Bernard, Josephine Baker, George Enescu, Carusso, Pietro Mascagni y por muchas personalidades políticas.
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