Los historiadores Simona Preda y Valeriu Antonovici han entrevistado a 22 personas públicas sobre su infancia en el régimen comunista, cuando los niños no tenían las preocupaciones de los adultos
La gente creyó que la historia era la fiel guardiana de la memoria y cuando la convirtieron en una asignatura académica se ilusionaron con la idea de que ese era el lugar donde se iba a encontrar la verdad. Pero la filosofía de la historia nos dice que la historia, la memoria y la verdad no son más que unos fragmentos de lo que perteneció al individuo y a la comunidad. Y la nostalgia que sentimos a veces nos envía a un pasado muchas veces novelesco, indiferentemente de lo desagradable que fue.
La memoria del comunismo ha sido difícil de asumir, difícil de llevar, aunque la nostalgia la haya humanizado de alguna manera. Tras decenas de años de funcionamiento del régimen comunista, tras otras decenas de años en las que los estudios han mostrado sus errores catastróficos, la nostalgia fue la que ha reconciliado a la gente con el comunismo y sus hechos condenables. La generación "¡Todo adelante!" es la generación de los niños de los años 1970-1980, que es ahora la generación madura de Rumanía. Ella se confunde también con la generación que nació tras el Decreto número 770 de 1966, que prohibía el aborto. Denominada la generación "¡Todo adelante!", según el saludo de los pioneros, ha llegado ahora a la edad de la nostalgia, pero que no se confunde con la nostalgia del régimen comunista, sino de la edad que la definió como tal.
En los años de la década de 1990, la generación "¡Todo adelante!" miraba la nostalgia de los ancianos con una mezcla de rebeldía e indiferencia. Pero con el paso del tiempo, esta generación también ha empezado a sentir nostalgia. Al principio fue como un juego, pero después ha sido algo cada vez más profundo. Los historiadores Simona Preda y Valeriu Antonovici han entrevistado a 22 personas públicas sobre su infancia en el régimen comunista, cuando los niños no tenían las preocupaciones de los adultos. De esas entrevistas ha resultado un libro, "Tot înainte! Amintiri din copilărie" ("¡Todo adelante! Recuerdos de la infancia" y un documental. Simona Preda ha hablado del ejercicio que hizo junto con las personas entrevistadas como de un momento común de silencio, que no está fuera de las trampas de la percepción distorsionada:
"¿Qué dificultad hay al hablar de la infancia? Puede parecer banal, pero es muy difícil hablar de tu propia infancia. Aún más con una cámara delante. Es muy difícil recomponerte y reactualizarte, volverte a encontrar en un momento en que, tras mucho tiempo, corres el riesgo de contaminar los recuerdos con una línea ideológica identificada mucho más tarde, años más tarde. Como has tenido que ver con los adultos, con los debates, con los estudios, con las influencias ideológicas, corres el riesgo de colocarte a posteriori ante las cosas que antaño vivías de cierta manera, sentías de cierta manera o disfrutabas de cierta manera cuando eras niño. La principal trampa en el caso de los estudios de la memoria es esta mirada tardía, contaminada finalmente por la madurez. Por lo tanto, los estudios de la memoria y los estudios de historia oral siempre se verán afectados por el paso del tiempo. En general, al hablar de la historia, incluso de nuestra propia persona, hay sólo interpretaciones. La realidad o nosotros, tal y como fuimos, con cosas buenas o menos buenas, con cosas sensacionales o que entonces parecían sensacionales, ya no se pueden recuperar totalmente, indiferentemente de cuánto lo deseáramos."
La nostalgia de la infancia en el comunismo es más fácil de entender que otros tipos de nostalgia porque recuerda la edad de la inocencia, la edad cuando el mundo es lindo, bueno, puro, la persona está rodeada de afección y atención. Por esta razón, todo el arsenal de objetos, de situaciones, de aspectos de la vida cotidiana de aquella infancia, también totalmente ideologizada, se mira con benevolencia. La estructura casi militarizada de las organizaciones de pioneros, la bandera roja, el saludo de pionero, los uniformes escolares, los manuales, todo el universo de un niño de los años 1970-1980, aunque representen un estilo de vida en un régimen político que adiestró y humilló profundamente a sus ciudadanos, reciben un trato indulgente. Simona Preda, al igual que aquellos que recordaron su infancia comunista, sabe que aquellos tiempos nunca tienen que volver, pero la vida de la gente no puede prescindir de ella:
"Pero existe también la posibilidad de recuperar de alguna manera sólo lo que nos gustó o nos habría gustado que pasara. O de recuperarnos tal y como creíamos que eramos o nos habría gustado ser. Y aquí interviene de nuevo el paso del tiempo. Creo que los protagonistas fueron sinceros, hay momentos en que la sinceridad quiebra la pantalla. Hay momentos en que nos preguntamos ciertas cosas sobre el pasado. No creo que se puedan hacer diagnósticos o se puedan hacer interpretaciones sociológicas tras unas decenas de entrevistas, ni tres entrevistas, treinta, trescientas, tres millones o 23 millones, los que fuimos en algún momento. Cada uno vivió su propia infancia, ha vivido sus propios momentos de nostalgia, de grandeza o de humillación, y no creo que podamos dar recetas según ciertos modelos. Como decía alguien, no pasé mi infancia en el comunismo, sino que pasé mi infancia durante mi infancia."
La generación "¡Todo adelante!" es la que tuvo la posibilidad histórica de escaparse del régimen político más opresivo de la historia. Es la generación que hizo Rumanía tal y como está hoy, es la generación que, con todas las nostalgias de la tercera edad, todavía tiene algo que decir.
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