Viaje por las tradiciones de Dragobete y Mărțișor

viaje por las tradiciones de dragobete y mărțișor Como de costumbre, el Museo Nacional de la Aldea "Dimitrie Gusti", de Bucarest, invita a los niños también este año a ser "Viajeros por las tradiciones".

Como de costumbre, el Museo Nacional de la Aldea "Dimitrie Gusti", de Bucarest, invita a los niños también este año a ser "Viajeros por las tradiciones". Por lo tanto, cada fin de semana desde mediados de febrero hasta mediados de marzo, el Museo de la Aldea espera a los niños con talleres en los que pueden descubrir junto con los artesanos populares como se hacen los objetos que simbolizan la primavera como muñecas, decoraciones, juguetes y, por supuesto, martisoare.

 

Lia Cosma es doctora e investigadora etnóloga en el Museo de la Aldea, en Bucarest:

 

 

"Comenzamos con el Dragobete, fiesta conocida como "Primer día de primavera", el 24 de febrero, que se celebra en las comunidades tradicionales, en las aldeas antiguas. En el Museo de la Aldea queremos reconstruir el ambiente histórico, y para esto invitamos a artesanos que mantienen viva la tradición, con costumbres y rituales relacionados con estas fiestas.

 

Así, hemos celebrado el Dragobete. Los niños han podido descubrir varias costumbres que se han conservado especialmente en el sur del país y también han participado en talleres creativos, porque, como les decía, el «Primer día de primavera», llegan los artesanos populares y artistas plásticos para mostrar a los niños cómo utilizar materiales tradicionales, para hacer juguetes de lana por ejemplo, en forma de  pájaros que cantan y anuncian que se acerca la primavera, o muñecas, para los más pequeños. Durante el mes de marzo, tenemos talleres  sobre Baba Dochia, que, según la leyenda, es una vieja mala y fea, madre de Dragobete. Esta fiesta se celebra durante nueve días (del 1 al 9 de marzo) anunciando la llegada de la primavera".

 

Lia Cosma nos cuenta que al principio, el martisor consistía en dos hilos trenzados, blanco con rojo o blanco y negro, que representaban la luz y la oscuridad, el poder y la ternura, el bien y el mal. Más tarde al hilo trenzado blanco y rojo se ataba una moneda, como símbolo del sol, el que siempre trae luz y calor:

 

 

“En la tradición popular, las chicas ofrecían el martisor a los chicos especialmente en Moldavia, a diferencia del resto del país, donde era regalado por los hombres a las mujeres. Esta costumbre tiene un carácter simbólico y apotropaico. Y esto porque el amuleto se usaba alrededor del cuello o la mano, y después de dos semanas o incluso un mes, en algunas zonas, se colgaba en las ramas de los árboles, en Transilvania, también en los cuernos de los animales y en los establos, precisamente porque se consideraba que tenía el papel de eliminar todo la oscuridad y el frío del invierno y brindar bienestar y suerte. El martisor también se celebra en otros países de los Balcanes, como Bulgaria y Albania, y fue inscrito en el patrimonio mundial inmaterial de la UNESCO en 2017, por lo tanto, ha sido reconocido por su importancia, belleza y, sobre todo, por la tradición ancestral".

 

Lia Cosma, doctora e investigadora etnóloga en el Museo de la Aldea de Bucarest, nos amplía más detalles sobre lo que los niños pueden aprender en los talleres realizados a principios de esta primavera:

 

“Ahora los niños han aprendido cómo hacer los hilos, cómo se hacían las monedas de oro o plata, para recordar la época antigua. Hay talleres con bordados, tejidos, florecillas, adornos, pequeñas costuras, objetos populares que atraen a muchos niños, incluso a veces el Museo de la Aldea no puede cumplir las demandas de los padres que traen a sus  hijos para aprender sobre las costumbres y la tradición de nuestro pueblo".

 

 

Aparte de los talleres para niños o para niños y padres, el museo ha preparado otras sorpresas. Viene con detalles Lia Cosma:

 

"El museo organiza estos días la feria de Martişor, donde participan muchos artistas y artesanos que mantienen viva la tradición. Otros tienen otras fuentes de inspiración, pero también respetan los modelos tradicionales. No falta la campanilla de la nieve, este símbolo de la primavera, en martisoare, hechos de cerámica, tela, incluso en pequeños objetos de madera. Es una alegría para los artesanos”.

 

 

Lia Cosma también nos ha contado que a pesar de la diversificación de los modelos en los últimos años, los martisoare más exitosos son los tradicionales, debido a su elegancia, delicadeza y simplicidad.

 

En el Museo Nacional de la Aldea "Dimitrie Gusti" de Bucarest, cada fiesta importante del año se celebra a través de acontecimientos específicos.

 

Lia Cosma ha precisado que se están preparando los talleres de Pascua y Domingo de Ramos, en los que los niños aprenderán como pintar huevos e iconos.

 

 

(versión española: Simona Sarbescu)


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Publicat: 2020-03-03 19:06:00
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