Domingo 29 de marzo

domingo 29 de marzo

-Bueno, amigos, primero os quiero decir que últimamente por aquí regresó el invierno con toda su utilería: nieve, ventisca, frío y borró de repente el panorama tan bonito de la primavera naciente. Así, da pena mirar las florecitas marchitas y los árboles desvestidos por el fuerte viento. Las temeraturas mejoraron a partir del sábado. A todo esto se suman las restricciones y los estragos que va provocando el nuevo coronavirus. Entre sus víctimas está el escritor y militante anticomunista rumano Paul Goma quien ha muerto el miércoles, a los 84 años, en un hospital de París, donde había sido ingresado por haber sido infectado por el COVID-19.

Paul Goma nació en 1935 en Besarabia (este), en una familia de maestros que, cinco años más tarde, se refugió en la Rumanía más pequeña tras la anexión de los territorios del este a la Unión Soviética. Por su postura hostil al régimen comunista de Bucarest, satélite de Moscú, Paul Goma fue detenido en 1956 y fue condenado a dos años de prisión, y después en arresto domiciliario hasta 1963. En 1977, la Securitate, la policía política del régimen, lo detuvo, lo investigó y lo torturó nuevamente por haber criticado la dictadura de Nicolae Ceauşescu. Fue prácticamente expulsado a Francia, y los comunistas le retiraron la ciudadanía rumana. En París, fue víctima de una tentativa de asesinato con un paquete bomba, tentativa organizada por la Securitate. Paul Goma es el autor de más de 30 libros de ficción, memorialística e historiografía, muchos de ellos incendiarios por su valentía.

 

Con esto, queridos oyentes, paso a contestar la correspondencia de hoy: -Juan Carlos Gil Mongio de Zaragoza-España reanuda el contacto con nosotros para enviarnos sus informes de recepción correspondientes a los últimos meses de 2019 y compartir lo suyo: Agradezco a RRI su permanencia en la onda corta en estos tiempos de crisis económica en que las circunstancias han retirado a muchas otras emisoras de las ondas, escribe este amigo. Además, hay que agradecer el magnífico trabajo realizado a diario tanto en lo relativo a contenidos como a la calidad técnica de las emisiones. En mi caso, disfruto especialmente de los programas culturales y aquellos que hablan de tradiciones y de cómo es la vida cotidiana de los rumanos. Soy aficionado a coleccionar sellos de correos y monedas, por eso agradezco el esfuerzo que desde la emisora se hace para que sus cartas estén adornadas con bonitos sellos postales que ayudan a difundir la cultura del país. Supongo que es algo que hay que agradecer a Victoria, y así lo hago, Victoria, vaya desde aquí mi mayor reconocimiento. En estos tiempos de redes scociales, Netflix y teléfonos móviles que tienen a todo el mundo idiotizado, recibir una carta adornada con sellos parece algo de hace siglos. En España, ni las autoridades postales fomentan la filatelia. Cuando yo era un niño, en mi ciudad había exposiciones filatélicas casi todos los meses. Ahora no hay sellos ni en las oficinas de correos. Si llevas una carta se estampan un cuño de “Franqueo pagado” y si exiges un sello postal te miran como si pidieras una droga.

-Bueno, Juan Carlos, muchas gracias a ti por este bonito comentario a favor de la filatelia y por los informes de recepción que adjuntas.Comparto tu punto de vista al respecto de los sellos y las cartas y también sobre la influencia negativa de los medios de comunicación modernos sobre el cerebro de los seres humanos. Un tema muy actual que expone muy bien el Dr. Manfred Spitzer en su libro. La demencia digital es el nuevo concepto diagnóstico popularizado por este psiquiatra y neurocientífico alemán, que ha centrado su carrera en el estudio del cerebro y lleva años alertando sobre las nuevas tecnologías. Se trata de un trastorno causado por el uso adictivo de los medios digitales. Nada más por ahora, amigo, te mando un fuerte abrazo en la distancia y me quedo a la espera de tus noticias. ¡Hasta la próxima!

 

A continuación, queridos amigos, para salir del ambiente sofocante y angustioso causado por el nuevo coronavirus os propongo seguir con otro de los relatos tan especiales que Juan Franco Crespo de Valls Tarragona/España, escribió para compartir sus impresiones sobre los parajes del CARIBE que recorrió hace poco, esta vez sobre LA RESERVA MARINA DE CAYO OCÉANO (OCEAN CAY MSC MARINE RESERVE).

            Otro de esos puntos que, buscando en la cartografía, no llegas a localizar y es que el mundo está lleno de lugares donde no siempre es posible poner los pies. Ocean Cay es uno de ellos, verdaderamente cuando aparecía en el programa de viaje, me preguntaba ¿dónde queda?

            Hasta que llega el último día del periplo invernal caribeño y toca estar en ese solitario y perdido punto del mapa durante doce horas, que dan tiempo para todo, hasta para tomar [o no bajarse de él ante el sofocante calor del astro rey] el tractor-trolley varias veces para recorrer todo su perímetro con una suave brisa o iniciar la caminata por los senderos que los diseñadores han realizado para disfrutar de ese minúsculo rincón de arena de las islas de Bimini, las más occidentales de las Bahamas y relativamente próximas a las costas de Florida.

            Digamos que el producto [se incluía en la programación de la TV del crucero], era realmente el TOP TEN, pero no daban muchos más detalles, algunas pequeñas referencias sobre su pasado, los proyectos para su recuperación y reforma, el multimillonario plan para convertirlo en un lugar de ensueño, etc. Por ahora sólo está a disposición de los navíos de la compañía que regularmente recalan allí pero no para el turismo permanente, aunque estimamos que eso ya se andará, no obstante ¿cómo se convierte el Cayo en un complejo para la naviera que lo explota actualmente?

            En el Caribe son muchas las islas privadas y los multimillonarios entran y salen de ellas con toda tranquilidad [algunos famosos de Hollywood las han adquirido con el fin de montar sus particulares zonas o picaderos lejos de curiosos y paparazzis; vaya que buscan estar lejos de miradas indiscretas aunque haya veces que, inocentemente, ellos dan pistas de esas modernas mancebías]. Ocean Cay podría ser una de ellas, aquí hasta el más común de los mortales puede estar y no tendrá que gastarse multimillonarias cantidades para disfrutarlo; bastará darse una vuelta por la web de la naviera propietaria y ver los diferentes navíos o itinerarios que allí recalan, generalmente salen del puerto de Miami y, a veces, no superan los 300$ [la totalidad del crucero que incluye esa minúscula porción de arena].

            Poco más al norte hay otro Cayo en este grupo de las Bimini, las más occidentales de las Bahamas, a unos 75 kilómetros de las costas de Florida, que era un destino para los cruceristas de otra naviera norteamericana. Supongo que, Ocean Cay, es la réplica del negocio porque, si al otro le va bien ¿por qué no lo hacemos nosotros? De esta manera hace unos años los buitres que controlan estos negocios [ahora mismo con el COVID-19 en plena crisis, a nosotros nos “pistolearon” los célebres rayos un par de veces, en Miami, buscando la dichosa fiebre] comenzaron sus preparativos que, según me explicaron, se materializaron con la presentación de un proyecto sustentable [Dios mío, estos muchachos cómo maltratan el idioma. ¿Tan difícil es escribir/pronunciar sostenible?]  y, una vez recibida la luz verde, inician su andadura.

            En 2016/2017 comenzaría la gran transformación del Cayo que había sido una zona de extracción de áridos, ante el agotamiento de la materia prima es abandonado junto a casi 8.000 toneladas de chatarra que tuvo que ser retirada y trasladada para el reciclaje. En esa operación estaba planificada la limpieza de los lechos marinos próximos [objetivo: una zona protegida de unas 65 millas náuticas], las ayudas de navegación o balizamiento para las necesarias operaciones navales de esos grandes monstruos que cruzan los Océanos esquivando bajíos y arrecifes. Basta mirar alrededor del Cayo para ver que, en realidad, apenas hay un metro de agua, pero las grandes piscinas o pozas naturales permiten una rica variedad de recursos marinos que la empresa aprovecha para vender a los visitantes. Casi la totalidad del área protegida corresponde al agua y una ínfima parte de arena que ha sido totalmente montada por los diseñadores que, nos permitimos comentar, no son los mejores del orbe a tenor de algunos fallos que el bípedo observador suele descubrir a simple vista.

            Pueden ser genios del audiovisual pero la realidad hará que el engaño se descubra rápido. Diría como si los hubiera pillado desprevenidos y unas ganas terribles de querer rentabilizar las instalaciones. Según me explicaron fueron inauguradas en finales de noviembre del 2019 [me tocó visitarlo en febrero del 2020] pero las prisas no son buenas compañeras de viaje y, mientras en los vídeos aparece como si aquello fuera un edén lleno de palmeras, en la realidad, si no llevas un buen parasol, allí quedas achicharrado ante la escasa vegetación. Los diseñadores, además, han pensado que las 75.000 plantas sobrevivirían, pero la repoblación no siempre es un éxito, así que hay espacios donde las especies escogidas para el “Jardín del Edén” simplemente han muerto, su objetivo no ha llegado a buen puerto.

            Otro fallo es el transporte, un par de tractores para una media de 3 o 4 mil viajeros que desembarcan “de golpe”, como si el tiempo se agotara [después un altísimo porcentaje regresa al barco porque la temperatura es mucho más agradable y no tienes que estar soportando el sol y la arena que se mete hasta en las orejas] y ese par de vehículos, literalmente, no cubren la demanda del proyecto y, los viajeros mayores, tenían serias dificultades para deambular por el cayo, teniendo que bajarse a la arena cada vez que se cruzaban con el peculiar sistema de transporte local.

            Los amantes de las playas tienen en Ocean Cay buenas opciones y sin ningún tipo de peligro porque prácticamente están resguardadas, salvo la más larga que recibe directamente todo el oleaje. En todas ellas hay tumbonas a disposición del público gratuitamente [cabañas, colchonetas de agua y sombrillas previo pago]. Digamos que las cabañas con asistencia y bebidas salían por 250$ [si tenemos en cuenta que son para seis personas tampoco es un precio desorbitado]. Dependiendo de la Experiencia [Tarifa] contratada, uno tiene los demás servicios al alcance de la mano, incluido el buffet al aire libre que permite no tener que regresar al barco a reponer energías; en definitiva: nos montan un día de playa con todas las comodidades a nuestro servicio.

            Por supuesto, Ocean Cay, está diseñado y preparado para satisfacer al crucerista más exigente. Otra cosa es la movilidad de cada uno y los gustos personales. Infinidad de cosas para hacer [nunca quedarse dormido bajo el implacable sol] y, si uno quiere algo más, sólo tiene que sacar el plástico [si es que no lo fundió antes de llegar aquí tras realizar el periplo caribeño] y aceptar las propuestas de esparcimiento que le ofrecen allí. Si hay alguna cosa que recomiende sería la escapadita a Gun Cay donde se puede interactuar con las rayas que pueblan sus aguas, puede ser una de esas experiencias  inolvidables que suceden una sola vez en la vida. El buceo es otra de las actividades relajantes y fugaces cuando lo practicas, el problema es que cuando quieres darte cuenta es hora de regresar a puerto. Para los aficionados a la pesca está la opción de salir, en plan Hemingway y creyéndonos que estamos en Cuba [una de las actividades más caras de la escala]. Señalar que si alguien desea realizar todas las actividades que se le ofrecen, tiene un gran problema: le faltará tiempo y multiplicaría varias veces el precio pagado por el crucero. Otras opciones son kayak, motos acuáticas, veleros, astronomía, surfing, etc., ofertas que pueden hacer las delicias del más exigente de los viajeros; todo estará en relación con las predilecciones de cada uno y su destreza en un medio que no suele ser el habitual del urbanita del siglo XXI.

            Lo mejor, desde que atraca tu crucero ya estás disfrutando del Cayo, una vez consolidado puede ser un lugar realmente mágico. Tras la estancia toca retirarse y, antes de partir, una Rua, a lo Carlinhos Brown, dará un recorrido por una de las partes del Cayo, abrirá la sesión de discoteca y el espectáculo de luminotecnia que tiene al faro como protagonista: simplemente fabuloso.

Uno no siempre ve las cosas como nos las quieren hacer creer. Entonces es lógico felicitarles por recuperar los restos de la zona de extracción de áridos y fomentar el proyecto de recuperación y regeneración de flora y fauna –siquiera sea replantada o reintroducida- ya merecen un brindis. Quizá el de la recuperación del coral sea un proyecto a más largo plazo y un pelín peliagudo por aquello del lento proceso que tiene para crecer. La flora requiere un tirón de orejas porque no todas las especies transplantadas soportan la salinidad a la que se ven sometidas. Otro punto débil es el hormigonado del carril de tránsito que, en determinados puntos, tiene innecesariamente curvas muy cerradas y los vehículos de transporte [el trolley-tractor, por ejemplo] invaden la arena y, en algunos casos, destrozan las plantas por no decir los faroles-altavoces. Si esas cosillas ya delatan una cierta improvisación y apenas lleva tres meses en uso, la dejadez no es precisamente la mejor imagen que uno se puede llevar, uno se pregunta ¿de verdad MSC Ocean Cay es un proyecto sostenible en el tiempo?

            El coqueto Village, es insuficiente por la falta de sombras para dar cobijo a todos los que llegan, quizá en un futuro vaya mejorando. Al tener sus edificaciones de forma discontinua –facilitan el paso de la brisa- el paseo, desde que bajas a tierra y sobrepasas la zona empresarial es sumamente agradable. Eso sí, caso de entrar en tiendas ya estás en territorio bahameño y manda el famoso billete del vecino y las facturas se ven incrementadas por los impuestos. Los que contratan la Experiencia Yacht Club tienen hasta guardia para evitar que entren en esa zona exclusiva el resto de viajeros, pero si no cambian de estrategia no es imposible acceder para pasear, basta caminar un poquito más y girando a la derecha de la Bimini Beach, playita abierta al Océano pero más tranquila, después de todo es la que está más lejos del barco y es menos peligrosa que Sunset Beach. Por cierto hay una que nadie se instaló y sus decenas de tumbonas estaban allí tan tranquilas: Seakers Family Cove quizá por su aspecto ya que las orillas estaban llenas de algas que trae la marea y la gente identificaba como si fuera basura.

            Para los románticos está el pabellón de Bodas ubicado en la punta contraria al faro, en ese lado está la playa Paradise Sands y el SPA, ideal para una sesión de masaje. En total tenemos seis zonas de playa de acceso libre y otras dos restringidas [tripulación y Yacht Club]. El casi medio centenar de cabañas estaban todas alquiladas así que, contra lo que pueda parecer, a veces es cierto que son las últimas plazas a la venta. En excursiones me he llegado a encontrar con una ocupación del 50% de lo previsto. Aunque no suelo recomendar excursiones, si hay una que me atrevo a comentar.

            Si viaja por la región y visita la isla franco-holandesa de San Martín, compruebe que ofrecen la escapada a Saint Barth, suele ser la mejor opción para ir a esa preciosidad de isla y, además, sale más barato que si compras el billete directamente en las oficinas del ferry que realiza el servicio. Como es una excursión que te vende el barco, sólo tienes que tener la precaución de estar en el puerto de Gustavia a la hora que te marcó la tripulación, el control se hace con un brazalete y no requiere otra documentación [DNI y Cruise Card siempre encima, el resto de pertenencias en la Caja Fuerte del camarote para evitarte sustos] hasta que no te devuelvan a la Terminal, tu barco no zarpará, no queda tiempo ni para tomar una cerveza, mucho más barata que en Gustavia que tiene precio de millonarios.

Una observación final, en el vídeo OCEAN CAY dan unas imágenes espectaculares, realmente han de pasar varias temporadas para esa idílica postal tropical y que no haya huracanes. Ha sido muy bien montado y parece una isla realmente con una capa forestal importante, pero la realidad es otra cosa. La zona de Ocean Cay Village es en realidad el puerto comercial donde puede haber algún carguero que trae provisiones o materiales, algún yate y suelen tener los kayak, motos acuáticas, etc., para el personal que busca quemar adrenalina, esa zona está rediseñada, el resto prácticamente es igual al plano que recibes en cabina la noche anterior. Las zonas más altas no tienen vegetación, lógico porque ahí suelen estar enterrados los diferentes depósitos y no afean el paisaje ni las fotos. Use protector solar que no afecte a los arrecifes de coral y recuerde que los padres son los responsables de sus vástagos, allí no hay “guardería”. ¡Disfrute de ellos que para eso son vacaciones! ¡Bienvenidos al paraíso!

-Muchas gracias, Juan, por haber compartido este nuevo relato tan bonito que nos emociona aún más en estos momentos tan críticos para todo el mundo. Cuídate mucho, amigo, pues quedan muchos lugares por disfrutar en este planeta. Un fuerte abrazo y ¡Hasta la próxima!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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Publicat: 2020-03-29 05:33:00
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