Rumanía en la exposición de Barcelona de 1929
En el último número de la Revista de la Biblioteca de la Academia Rumana, Xavier Montoliu y Delia Balaican han publicado un amplio artículo sobre la participación de Rumanía en la Exposición de Barcelona de 1929. Publicamos el resumen del artículo por cortesía de sus autores
Irina Calin, 18.04.2020, 11:29
En el último número de la Revista de la Biblioteca de la Academia Rumana, Xavier Montoliu y Delia Balaican han publicado un amplio artículo sobre la participación de Rumanía en la Exposición de Barcelona de 1929. Publicamos el resumen del artículo por cortesía de sus autores
ROMÂNIA LA EXPOZIȚIA UNIVERSALĂ
DE LA BARCELONA DIN 1929
Xavier MONTOLIU-PAULI
La Exposición Universal de Barcelona de 1929 (mayo de 1929 – enero de 1930) quería ser una evidencia de la prosperidad económica, del florecimiento artístico y, especialmente, de la estabilidad política de los estados participantes ante el umbral del estallido del crack de la bolsa de Nueva York del 29 de octubre de 1929. Gran parte del éxito del acontecimiento se debe a la espectacularidad de la iluminación, resultado de una combinación única entre tecnología e imaginación artística que convertía la luz en un elemento arquitectónico ofreciendo la posibilidad de visitas nocturnas al recinto, con un alto impacto social. La principal atracción de la Exposición fue la Font Màgica, al pie de la montaña de Montjuïc, situada ante el principal edificio de la feria, actualmente el Palau Nacional d’Art de Catalunya, con su espectáculo de luz, agua y música, emblema de la Exposición de 1929, que sigue fascinando hoy en día.
En el proceso de reconocimiento y afirmación internacional de la Rumanía unificada de 1918, la Exposición Universal de Barcelona de 1929 constituyó la primera participación a un evento de estas características siendo la ocasión para promocionar los valores culturales rumanos y para demostrar su capacidad económica así como para transmitir un mensaje político de estabilidad, concepto también reflejado, por otro lado, en la forma unitaria de presentación de las piezas expuestas. El éxito de Rumanía en dicho acontecimiento quedó atestiguado por los premios obtenidos, de primera línea, al lado de Francia, Alemania y Bélgica, y se garantizó gracias a la construcción de un pabellón propio, bajo la forma de una casa de campo construida de madera y proyectada por el arquitecto Duiliu Marcu, siendo el comisario del pabellón Alexandru Tzigara Samurcaș.
Entre el material expuesto más importante, una troiță de madera -la cruz de término rumana-, obra del arquitecto Victor G. Ştefănescu, es, quizás, la única pieza rumana de la Exposición, conservada hasta la actualidad. Donada por los responsables del pabellón para ser instalada en el jardín del Palau de Pedralbes, la cruz se encuentra en fase de restauración en el Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya, tras lo cual será reemplazada en su lugar inicial. Para Barcelona, la organización de la segunda exposición universal implicó, a pesar de la dictadura de Primo de Rivera, poner de relieve la modernización industrial, cultural y urbanística a la que se había comprometido años atrás cuando alcanzó su auge durante la organización de la primera Exposición Universal de 1888. Una modernización que iba de la mano con el movimiento de renacimiento cultural -La Renaixença (1833-1892)-, de recuperación de la identidad catalana que puso en valor la lengua y la literatura catalanas y la formación del sentimiento de consciencia nacional y, posteriormente, con el Modernisme, la modalidad artística de expresión y afirmación propias de Barcelona, deseosa de renovación y sincronización con Europa.
El 90 aniversario de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 ha sido la ocasión para estudiar las circunstancias y las implicaciones de la participación de Rumanía en dicho evento, poniendo de manifiesto la valiosa documentación existente en los archivos y bibliotecas rumanas -la Biblioteca de la Academia Rumana, los Archivos Nacionales de Rumania, el Archivo del Ministerio Rumano de Asuntos Exteriores-, así como la consulta de los fondos depositados en la Biblioteca Nacional de Catalunya. Cabe mencionar la existencia de contactos regulares e intensos entre las dos capitales: Bucarest y Barcelona, en el marco de los puentes culturares y literarios que se habían empezado a construir ya a finales del siglo XIX y que se intensificaron después de la organización de la Exposición Universal de Barcelona culminando en las décadas anteriores a los conflictos bélicos que estallarían en el espacio español y europeo del siglo XX. Han tenido que pasar muchos años para que estos contactos pudieran ser retomados con la misma fluidez y con la misma repercusión para un mejor conocimiento mutuo.