El Acta de la Gran Unión del 1 de diciembre de 1918 fue posible gracias a los esfuerzos de toda la sociedad rumana, tanto de la élite como de la ciudadanía. Entre los grandes hombres de la Gran Rumanía, que formaban parte de la élite de entonces, se encontraba el cardenal greco-católico Iuliu Hossu, quien leyó los documentos de la Asamblea Nacional de Alba Iulia.