El tráfico de menores y la violencia de género
Según la Comisión Europea, entre 2015 y 2016, más de la mitad (56%) de la trata de personas en la UE estaba destinada a la explotación sexual, y esta sigue siendo la forma más extendida.
Christine Leșcu, 01.07.2020, 14:16
Según la Comisión Europea, entre 2015 y 2016, más de la mitad (56%) de la trata de personas en la UE estaba destinada a la explotación sexual, y esta sigue siendo la forma más extendida. En este contexto, tal como se esperaba, las mujeres y las niñas representaron más de dos tercios (68%) de las víctimas registradas. Este porcentaje subiría al 77% si eliminamos los datos estadísticos sobre el Reino Unido, que ya no es miembro de la UE. Los primeros cinco países europeos de ciudadanía de las víctimas fueron Rumanía, Hungría, los Países Bajos, Polonia y Bulgaria.
La situación no parece haber cambiado mucho en la actualidad con Rumanía, que en 2018 fue uno de los países de origen de la trata de personas en Europa, según la Agencia Nacional contra la Trata de Personas, y casi la mitad del número total de víctimas son menores, es decir niñas. Algunas de estas niñas que de alguna manera logran escapar de este tipo de esclavitud contemporánea han llegado bajo el cuidado de la activista Iana Matei, quien hace 20 años abrió en Pitesti, un refugio para la protección y la reintegración de las víctimas de la trata de personas en la sociedad. Con el tiempo, la organización no gubernamental fundada por ella, Reaching Out Romania, ha ayudado a más de 600 víctimas de explotación sexual a rehacer su vida, según nos cuenta Iana Matei.
“Comencé con un piso alquilado, y luego el número de chicas aumentó. Creo que el pico se alcanzó en 2000. Al principio, las chicas venían por la ruta de los antiguos países yugoslavos. Más tarde, construimos un centro para ellas, y el año pasado, hicimos otro centro para 6 personas porque ya no teníamos suficientes. En total, hay 18 plazas en los dos centros, y actualmente tenemos 12 niñas. El segundo centro, el centro de tránsito como lo llamamos, que comenzamos a construir el año pasado aún no está listo. Y también tenemos lugares en una granja de lavanda en Craiova, porque hemos creado una alternativa para las niñas que no desean continuar sus estudios. La mayoría provienen de áreas rurales y en nuestra granja de lavanda les enseñamos cómo hacer crecer su propio negocio. Ahora las chicas que viven en el centro tienen entre 12 y 14 años y, desde mi punto de vista, deberíamos hablar de pedofilia, no de trata de personas. No es violencia contra la mujer, sino violencia contra el niño.
Si en la granja de lavanda, estas chicas tienen la oportunidad de adquirir varias habilidades necesarias para encontrar un trabajo o una forma de automantenimiento fuera de la prostitución, en el refugio creado por la organización de Iana Matei, también se les ofrece asesoramiento psicológico. Los traumas de las víctimas de la esclavitud sexual son específicos, difíciles de superar y se nutren de las experiencias antes de ser explotadas. Tienen una falta de confianza en sí mismas, a menudo causada por la falta de afecto con la que crecieron en la familia. Los traficantes explotan estos problemas preexistentes y se destacan por el método del amante o loverboy, una de las formas más efectivas de reclutar y engañar a las niñas. Mediante este método, el traficante seduce a las chicas y luego, explotando sus sentimientos de amor, las obliga a prostituirse por él. Iana Matei ha hablado sobre los traumas antes y después del período en que fueron explotadas.
“El método del loverboy hace que la identidad del niño sea completamente hostigada y atacada. Así aparece la falta de identidad en estas niñas. Se trata de chicas que no saben lo que significa el amor y, por lo tanto, son muy fáciles de reclutar. Desafortunadamente, se vuelven adictas al sexo. Si comienzan su vida sexual a los 11 o 12 años y tienen 10/15 clientes al día, hay un cierto tipo de adicción de la que nadie habla. Es más, todas estas niñas son consideradas culpables. En este contexto, es muy fácil para algunos juzgarlas y colocarlas en la pared como si fueran culpables de lo que les está sucediendo. Los primeros tres meses son extremadamente difíciles porque todo lo que quieren hacer es regresar al entorno de donde vinieron. Las instituciones estatales no son muy útiles a este respecto. Por ejemplo, la ley prevé que todos los niños deben ir a la escuela. Solo que las niñas que escapan de la esclavitud sexual no pueden regresar a la escuela tan pronto.
Por lo tanto, existe la necesidad de un enfoque integrado sobre la trata de personas. Los Ministerios de Educación y Sanidad, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia y las instituciones para combatir el crimen organizado deberían trabajar juntos. Y todos deberían cooperar con las organizaciones no gubernamentales que conocen muy bien la situación y las necesidades concretas, lo que ahora no es eficiente, cree Iana Matei. Además, en la mente colectiva de las comunidades rurales de donde provienen la mayoría de estas niñas, la culpa de la víctima es algo común, y la explotación sexual no se entiende completamente como lo que es: un tipo de violencia de género contra las mujeres.
Muy a menudo, esta actitud de culpa se manifiesta en el caso de víctimas de otro fenómeno conocido que afecta a las mujeres: la violencia doméstica. Elena Samoilă, coordinadora del programa en el Centro FILIA, una asociación que aboga por los derechos de las mujeres, describe esta mentalidad.
“La culpa de la víctima en la sociedad es bastante alta. A menudo, la víctima también es culpable por elegir permanecer en una relación abusiva o si atraviesa un episodio de violencia, el agresor a veces se disculpa. La mujer debe haber hecho algo, dicen. En conclusión, vivimos en una sociedad donde se culpa a las mujeres por despertar la violencia que soportan. Y a los hombres, que con mayor frecuencia abusan, se les justifica este comportamiento.
Además, los expertos ya están advirtiendo que en el período actual, el número de casos de violencia doméstica ha aumentado en todo el mundo, y muchas mujeres se ven obligadas por las circunstancias a permanecer encerradas junto con parejas agresivas.
Versión española: Simona Sarbescu