La depresión, una patología en expansión
Según una encuesta nacional, uno de cada cuatro rumanos afirma haber sufrido depresión o ansiedad en 2024, y casi la mitad de las personas que admitieron tener problemas son jóvenes menores de 30 años. A nivel mundial, la OMS sñala que uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años se enfrenta a estas afecciones, que siguen siendo en gran medida desconocidas y a las que, en su mayoría, no se les presta tratamiento.

Corina Cristea, 06.06.2025, 16:15
Se define como un trastorno del estado de ánimo que puede afectar a la cognición, es decir, al pensamiento, la memoria, la atención y las capacidades de procesamiento de la información. Las personas afectadas pueden tener dificultades para concentrarse, tomar decisiones y resolver problemas, así como pensamiento disfuncional, problemas de memoria, apatía y falta de motivación, sentimientos de impotencia y culpabilidad. Estamos hablando de depresión, y quienes la padecen necesitan ayuda. Porque la depresión o los trastornos cognitivos no se notan necesariamente en la superficie, pero pueden destrozar la vida de una persona. Una persona a la que le cuesta explicar que sufre un dolor que nadie puede ver. A nivel global, 1 de cada 8 personas padece un trastorno mental como ansiedad o depresión, según la Organización Mundial de la Salud, que también informa de que uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años sufre este tipo de afecciones que, por otra parte, siguen siendo muy desconocidas y, sobre todo, no reciben tratamiento. «La depresión es ante todo el nombre de una patología y me gustaría subrayarlo porque este nombre ha aparecido en nuestro lenguaje coloquial y cualquier tristeza, cualquier apatía, cualquier agotamiento emocional, con causas reales en nuestra vida cotidiana, lo llamamos depresión», señaló Yolanda Crețescu, psicóloga clínica, psicoterapeuta y fundadora del primer centro antidepresivo de Rumanía, presidenta de la Asociación Happy Minds:
«En primer lugar, la depresión es un malestar emocional, cognitivo y conductual que debe estar presente durante un periodo mínimo de dos a tres semanas y de forma continuada en todos los ámbitos de nuestra vida. Es decir, tener un estado de agotamiento, tener un estado de apatía y falta de energía en actividades que antes nos gustaban y ahora no, tener alteraciones del sueño, ya sea no dormir o dormir mucho, trastornos alimentarios, un estado de profunda tristeza y, repito, lo más importante, no tener un acontecimiento desencadenante en la vida real. Porque diagnosticamos la depresión como un estado de malestar cuando no hay una causa real.»
En Rumanía, el Instituto Nacional de Salud Pública calcula que 3 de cada 100 personas sufren trastornos mentales y del comportamiento. Y la edad a la que aparecen estos trastornos es cada vez más temprana: tan sólo 10 años.
De nuevo, Yolanda Crețescu:
«Desgraciadamente, cada vez vemos estos síntomas a edades más tempranas. Si hasta hace unos años no podíamos hablar de diagnóstico en menores de 18 años, ahora sí que hay casos a edades cada vez más tempranas, pero la pregunta es: ¿es realmente depresión o hay otras causas que llevan a esta sintomatología? Porque la falta de entrenamiento emocional en la infancia desencadena una inteligencia emocional más débil, por una crianza sobreprotectora, donde los niños no aprenden a afrontar el fracaso o la frustración y entonces experimentan un periodo de tristeza, de falta de confort emocional, casi ante cualquier reto social. Luego, la llegada de la comunicación digital ha provocado una reducción de las interacciones sociales reales, lo que también puede provocar malestar emocional. Además, las crecientes presiones académicas y sociales, porque cada vez exigimos más cosas a los niños, tenemos ideales poco realistas dados desde los medios sociales o, por qué no, desde nuestro entorno inmediato. A menudo oigo a los padres comparar a sus hijos».
Una encuesta nacional de perfil muestra que uno de cada cuatro rumanos afirma haber sufrido depresión o ansiedad en 2024, y casi la mitad de los que admiten tener problemas son jóvenes menores de 30 años. El 61% de los que dijo haber experimentado depresión o ansiedad no buscó ayuda especializada. ¿Por qué ocurre esto? Yolanda Crețescu tiene una respuesta clara: el miedo a la estigmatización:
«Aunque el periodo de pandemia ha hecho que la gente se familiarice más con el proceso terapéutico y haga una diferencia entre enfermedad mental, psiquiatra, medicación, hospital psiquiátrico y psicólogo, sesión de psicoterapia, coaching emocional, en línea o físico para ayudar a la persona que tiene problemas emocionales, sigue existiendo esta estigmatización. Y luego el escaso acceso a los especialistas desde el punto de vista financiero».
Volviendo a los niños en estas situaciones, la psicóloga Yolanda Crețescu afirma que cada vez hay más programas y proyectos para prevenir la depresión:
«Porque nos damos cuenta de que la mejor intervención es la prevención, tanto más cuanto que a veces los niños están protegidos, pero otras veces su acceso a los especialistas se ve obstaculizado por la estigmatización de sus propios padres. A veces entramos en este conflicto de roles en el que, si yo aceptara la idea – mi hijo tiene problemas emocionales -, llegaría a la conclusión de que soy un mal padre o una mala madre en el trabajo que me propuse hacer por mi hijo. Y entonces entramos en negación o minimizamos el impacto emocional que el entorno tiene en mi hijo».
Afortunadamente, añade la psicóloga, también hay autoridades donde los niños pueden recibir apoyo, incluso independientemente de la decisión de los padres, las DGASPC (Dirección General de Asistencia Social y Protección a la Infancia), que cuentan con protocolos y especialistas que pueden ayudar. Existe el Defensor del Menor, que también puede intervenir, está el orientador escolar, así como las líneas telefónicas de ayuda que están dedicadas a los niños y a las que ellos o sus profesores suelen llamar.