Acceso a la cultura para jóvenes de ciudades pequeñas y medianas
Como es sabido, la cultura no es solo un valor en sí mismo, sino que es también una herramienta que evidencia otros valores.
Christine Leșcu, 22.02.2023, 12:13
Como es sabido, la cultura no es solo un valor en sí mismo, sino que es también una herramienta que evidencia otros valores. Asimismo, en el mundo contemporáneo, los espacios culturales no son solo lugares dedicados a la cultura, sino también vehículos de principios y actitudes sociopolíticas. Partiendo de estas premisas, el estudio «Consumo cultural de jóvenes de ciudades pequeñas y medianas» se propuso, con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert en Rumanía, investigar en qué medida las actividades culturales en las ciudades pequeñas se cruzan con la perspectiva feminista y si los y las jóvenes asocian las manifestaciones culturales con determinados valores sociales. Otra premisa de la que partió esta investigación fue el estado precario de la infraestructura cultural en las ciudades pequeñas: pocas bibliotecas públicas, salas de cine cerradas, casas de cultura que no funcionan o que se utilizan para fines distintos a los propios. Más de 225 jóvenes de entre 13 y 20 años participaron en la encuesta, y las chicas representan más del 75 %. La proporción mayoritaria de chicas no era la intención de los encuestadores, sino que simplemente más chicas optaron por completar los cuestionarios y participar en las entrevistas, nos dice Carmen Voinea, coordinadora de la investigación, quien también cuenta que las encuestadas claramente hicieron una conexión entre el consumo cultural de un cierto tipo y la cuestión de género:
“Notamos de sus respuestas que en la intersección con el consumo cultural también emergen aspectos más amplios relacionados con la igualdad de género y la inclusión social. Algunas de sus necesidades eran, por ejemplo, la existencia de espacios culturales donde personas diversas, incluida la comunidad LGBT, pudieran sentirse seguras. Además, apareció también en las entrevistas y respuestas al cuestionario la necesidad de resolver los problemas de la comunidad a través de la cultura. También, muchas de las personas con las que hablamos nos dijeron que empezaron a familiarizarse con los temas feministas y de género a través de las películas. Intentamos capturar su discurso subjetivo sobre estos espacios. Incluso si en el papel o de manera concreta tenemos museos, tenemos bibliotecas, tenemos centros culturales, pueden no ser muy atractivos para las mujeres y los hombres jóvenes. El contenido no se adapta a ellos. Sienten la necesidad de implicarse desde una posición más participativa, de convertirse en cocreadores en determinados casos de estos espacios de productos culturales. El hecho de que haya más mujeres completando la encuesta nos puede indicar un mayor interés entre las mujeres jóvenes en el consumo cultural en su intersección con el feminismo”.
Y el consumo cultural de los jóvenes depende de la infraestructura cultural y su oferta ya que sus hábitos reflejan la variedad y riqueza de esta oferta o, por el contrario, su pobreza. Carmen Voinea explica:
“Primero, observamos que las actividades culturales más comunes de los adolescentes son solitarias y domésticas. Además, las actividades culturales accesibles en los espacios públicos son poco diversas y no se adaptan a ellos. También, aunque un porcentaje muy grande de ellos considera atractivo e interesante ir al cine, todavía el 45 % de ellos afirma que no ha visto una película en el cine en el último año, es más, el 48 % de los encuestados dice que tuvo que viajar a otra ciudad para poder ir al cine”.
Esta realidad se superpone con el deseo de los jóvenes de tener un cine en su localidad. La encuesta también sorprendió por el hecho de que en sus mapas mentales el antiguo cine cerrado en muchos lugares constituye un punto de referencia incluso para aquellos que nunca han ido allí. Pero la investigación sobre el consumo cultural juvenil también contiene buenas noticias. Carmen Voinea:
“Las bibliotecas, tal como aparecen en los mapas mentales que hicieron los jóvenes, fueron una sorpresa. En varias de las ciudades, las bibliotecas pusieron a disposición de los jóvenes no solo un espacio para la lectura o el préstamo de libros, sino también un espacio donde podían crear ideas, por ejemplo, desde el club de cultura coreana hasta las tardes de karaoke. En Călărași, por ejemplo, una joven dijo que la biblioteca es su lugar favorito en la ciudad o incluso en Slatina. En la biblioteca encontraron un espacio donde pueden desarrollarse y un espacio donde podrían participar directamente en el consumo cultural desde la posición de cocreadores. Además, los espacios más frecuentados por hombres y mujeres jóvenes siguen siendo los públicos. El 70 % de los lugares a los que acuden para consumir cultura son públicos. Por otro lado, cuando discuten temas feministas, lo hacen más en espacios privados y organizados informalmente. Entonces, aunque la infraestructura pública sigue siendo la más frecuentada por ellos, sin embargo, no hay suficiente apertura para abordar temas relacionados con el feminismo”.
Por ello, entre las conclusiones del estudio “Consumo cultural de jóvenes de ciudades pequeñas y medianas” se encuentra la recomendación dirigida a las autoridades de reactivar las actividades culturales en los espacios públicos y de hacerlos más inclusivos, ya que hay quienes lo desean así.