Pocos saben que, hace cien años, Rumanía era el segundo mercado productor más grande de Europa, después de Francia, por supuesto. Fue el brillante período de entreguerras, cuando Bucarest era conocida como la Pequeña París, y las marcas francesas de perfumes tenían fábricas aquí, entre los Cárpatos y el mar Negro: Coty, Guerlain, Lubin. La propia reina María de Rumanía fue promotora de la marca Houbigant.
La industria pesada de la Rumanía comunista se distinguía por sus imponentes unidades de producción, entre las que sobresalían las Fábricas 23 de Agosto. En su apogeo, llegaron a emplear a unos 20.000 obreros. Estas instalaciones eran la continuación de las renombradas Fábricas Malaxa, activas antes de 1945, y que tras 1989 adoptaron el nombre de Faur. En ellas se produjeron algunas de las piezas más voluminosas y complejas de la siderurgia rumana
Los expertos predicen que este año será muy bueno para las fábricas de automóviles rumanas, cuya producción aumentó en los tres primeros meses hasta casi 153 mil unidades