La Revolución de 1989 comenzó en Timișoara
Los rumanos siguen evocando la Revolución anticomunista que cambió el destino de su país.
Bogdan Matei, 16.12.2025, 11:33
Instalada a finales de la Segunda Guerra Mundial por las tropas soviéticas de ocupación, la dictadura comunista en Rumanía se perpetuó durante casi medio siglo y, como un coloso con pies de barro, se derrumbó en el transcurso de una sola semana. Cansados de la extrema austeridad impuesta por el régimen de Nicolae Ceaușescu, del hambre, del frío y de la oscuridad, exasperados por la falta de libertades elementales y alentados por el colapso en cadena de las dictaduras comunistas en el resto de los países de Europa del Este, los rumanos solo necesitaron una chispa para salir a la calle.
El 16 de diciembre de 1989, la protesta de unas pocas decenas de simpatizantes del pastor reformado de etnia húngara László Tőkés, a quien las autoridades querían deportar de Timișoara (oeste del país), se transformó en una auténtica revuelta. Cientos, luego miles y después decenas de miles de habitantes de Timișoara, de distintas etnias y confesiones, se unieron a los primeros manifestantes. Las fuerzas de represión recurrieron de inmediato a las detenciones. Luego, el ejército, la Securitate (la policía política del régimen) y la milicia abrieron fuego contra los manifestantes. Las plantas industriales, las fábricas y la Universidad entraron en huelga; los obreros y los estudiantes se sumaron a las protestas, y el ejército se retiró a los cuarteles.
El 20 de diciembre, Timișoara se convirtió en la primera ciudad rumana libre del comunismo. El día 21, la Revolución se extendió a otras grandes ciudades del oeste y del centro del país y culminó en Bucarest con protestas masivas, que los comunistas intentaron nuevamente reprimir con sangre. El día 22, Ceaușescu huyó de la sede del Comité Central del partido, asediada por cientos de miles de personas. Capturado, juzgado sumariamente y ejecutado el día 25, dejó tras de sí un país arruinado y ensangrentado. Más de 1.100 personas murieron entre el 16 y el 25 de diciembre de 1989, la mayoría después de la huida de Ceaușescu.
En aquella época, estas víctimas fueron atribuidas a los llamados “terroristas”, leales a la dictadura, cuya identidad no ha sido establecida ni siquiera hasta hoy. Sin embargo, los fiscales militares que remitieron a los tribunales el llamado “Expediente de la Revolución” acusan a quien entonces fue percibido como el líder político del cambio de régimen, el exministro del período de Ceaușescu en los años setenta, posteriormente caído en desgracia, Ion Iliescu, y a sus colaboradores, de haber creado una auténtica psicosis terrorista que alimentó la pérdida de vidas humanas.
La masacre destinada a legitimar el nuevo poder tuvo el efecto esperado. En mayo de 1990, en las primeras elecciones libres posteriores a diciembre de 1989, Ion Iliescu fue prácticamente plebiscitado, con el 85 % de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Su partido, denominado Frente de la Salvación Nacional, obtuvo además dos tercios de los escaños en el Parlamento recién creado. Los fiscales sostienen asimismo que el equipo de Iliescu se constituyó como “un grupo disidente cuyo objetivo era derrocar al expresidente Nicolae Ceaușescu, pero mantener a Rumanía en la esfera de influencia de la URSS”.
Hoy, miembro de la Unión Europea y de la OTAN y profundamente apegado a los valores democráticos occidentales, el propio país es la mejor prueba de que el escenario de los conspiradores pro-Moscú fracasó.