La luz del centro de la ciudad
Las campanas de la nueva Catedral Nacional resonaron por primera vez en Bucarest. La construcción de este templo ha sido, a lo largo de los años, motivo de debate: algunos la ven como una expresión de la fe y de la identidad rumana, mientras que otros plantean interrogantes sobre los costos y las prioridades del proyecto.
Corina Cristea, 07.11.2025, 12:05
Durante casi tres siglos, la Catedral de San Pedro y San Pablo, construida en San Petersburgo por Pedro el Grande, fue la iglesia ortodoxa más alta del mundo. Hasta ahora, cuando, el 26 de octubre, después de más de un siglo desde las primeras iniciativas y tras 15 años de construcción efectiva, la Catedral Nacional abrió sus puertas en Rumanía, un país donde el 85% de los ciudadanos se identifican como ortodoxos. Miles de peregrinos, destacados clérigos y dignatarios participaron en Bucarest en la gran ceremonia de inauguración, oficiada por el líder espiritual de los cristianos ortodoxos del mundo, el patriarca ecuménico Bartolomé I, y por el patriarca rumano, Daniel.
La idea de construir una catedral nacional surgió tras la obtención de la independencia del estado rumano en 1877-1878, y en 1882, el rey Carlos I promulgó la primera ley para la construcción de un edificio de este tipo. Sin embargo, los planes fueron repetidamente frustrados por dos guerras mundiales, décadas de régimen comunista y una transición frágil antes de la adhesión del país a la UE. Después de 2007, el proyecto fue apoyado mediante una ley conjunta del Estado y del Patriarcado Rumano, y ahora, la Catedral Nacional se ha hecho realidad. Construida en el centro político de la capital, junto al Palacio del Parlamento, es más que un monumento de piedra y mármol, siendo un símbolo de la continuidad como pueblo, un lugar de memoria y de esperanza. La Catedral Nacional también representa un desafío para el futuro: ¿cómo puede este símbolo transformarse en acción — en apoyo a quienes lo necesitan, en proyectos educativos, culturales o sociales que unan? Su arquitectura combina elementos tradicionales rumanos con influencias bizantinas y occidentales, y la más alta de sus cúpulas doradas se impone desde una altura de 127 metros. Los complejos mosaicos, realizados con piedras de más de 2 500 colores, cubren una superficie de 25 mil metros cuadrados, utilizando materiales importados de Venecia y Carrara.
El patriarca ecuménico Bartolomé I destacó en su discurso el valor espiritual y artístico de la iconografía en mosaico:
«En particular, la pintura de la iglesia, desde el Pantocrátor en la cúpula hasta la Virgen Platytera en el ábside del Santo Altar, junto con todos los santos representados en paredes y bóvedas, desciende de manera mística y verdadera el Cielo a la Tierra. El arte bizantino del icono y del mosaico dio lugar a obras maestras únicas e imperecederas, conservadas también en Constantinopla, el centro principal».
La Catedral Nacional está dedicada a la Ascensión del Señor – Día de los Héroes y al San Andrés Apóstol, el primero llamado, protector de Rumanía. La cúpula principal, el Pantócrator, alberga un imponente ícono de Cristo, de 12 m de diámetro, en el que el rostro de nuestro Salvador tiene un tamaño de 4,5 m. Al mismo tiempo, con una altura de 16 m, el ícono de la Virgen María Platytera es la representación más grande de la Virgen en mosaico de Rumanía y una de las más grandes del mundo ortodoxo. En todas partes, el mosaico imprime a la imagen un carácter extremadamente dinámico, que modifica la percepción sensorial del espectador según el momento del día o según la forma en que circula la luz, y proporciona un estado de vitalidad, atrayendo la mirada de un rostro de santo a otro. Más de 200 especialistas en el arte del mosaico bizantino trabajaron durante siete años en la realización de los mosaicos, que implican la unión de aproximadamente 10 mil piedrecitas por cada metro cuadrado.
El pintor Daniel Codrescu, coordinador del equipo, nos habla sobre la colorística de las paredes del imponente edificio:
«La idea de luz puede expresarse de varias maneras. Y esta combinación, de blanco con oro, estos juegos de luz que deja una zona y sostiene a otra, todos tienen también un significado teológico detrás, tienen un significado. El hecho de que hayamos puesto oro solo en las zonas clave del plano iconográfico – como la Virgen María Platytera, el Pantocrátor, la Virgen María Oranta, las bóvedas de los ábsides – hace que enriquezca también las zonas circundantes».
Cinco mil personas caben dentro de la Catedral, que alberga el iconostasio más grande del mundo, con 45 íconos dispuestos en cuatro registros, y la cúpula más grande. También aquí se encuentra la campana eclesiástica más grande en equilibrio, mientras que bajo la explanada se ha previsto la Cueva de San Andrés, un espacio subterráneo con capacidad para 6 900 personas, destinado a actividades culturales, catequísticas y museísticas. Para muchos rumanos, la Catedral Nacional es un símbolo de identidad, de continuidad y de fe; para otros, plantea preguntas sobre las prioridades de una sociedad que enfrenta necesidades urgentes relacionadas con la educación, la salud o la infraestructura. Hasta ahora, la Catedral ha costado aproximadamente 270 millones de euros, dinero proveniente de donaciones, la contribución del Patriarcado y de fondos públicos.
El patriarca Daniel agradeció en su discurso a todas las autoridades y donantes que apoyaron la construcción de la catedral.
«Agradecemos a todos los benefactores y patrocinadores, donantes anónimos y a aquellos que han pedido ser mencionados en el Santo Altar junto con sus familias por el apoyo brindado para la realización de este ideal rumano, en este año lleno de significados del Centenario del Patriarcado Rumano».
La Iglesia quiso consagrar la pintura de la Catedral Nacional este año, cuando se cumplen 100 años desde que la Iglesia Ortodoxa Rumana fue elevada al rango de Patriarcado. En 2025 también se cumplirán 140 años desde que se le reconoció a la Iglesia Ortodoxa Rumana el estatus de Iglesia Autocéfala.
Versión en español: Mihaela Stoian