Rumanía y los recién llegados: puentes culturales en una sociedad cambiante
El año 2025 fue el tercero consecutivo en el que Rumanía registró más emigrantes que inmigrantes. El investigador Anatolie Coșciug sostiene que este cambio se debe a una combinación de factores, entre los que se encuentran las necesidades del mercado laboral, las percepciones y actitudes sociales hacia los migrantes y las políticas nacionales y europeas en materia de migración.
Iulia Hau, 03.12.2025, 14:30
Según un estudio reciente publicado por el Consejo Económico y Social, los reclutadores afirman que la mayoría de las empresas que han contratado a trabajadores extranjeros han registrado un aumento de su volumen de negocios, una mayor productividad y un mejor rendimiento financiero.
Estos cambios también se reflejan en el ámbito social. En la capital, por ejemplo, cada vez más empresarios diversifican las calles de la ciudad con nuevos aromas y colores a través de restaurantes y locales de comida rápida de cocina africana y asiática, tiendas de alimentación con productos exóticos, bares y peluquerías. Sin embargo, la distancia entre ellos y nosotros sigue siendo considerable.
Este año, trabajadores culturales, organizaciones y ONG apoyadas por la Administración del Fondo Cultural Nacional han puesto en marcha los primeros proyectos culturales y comunitarios destinados a acercar a los extranjeros y la sociedad de acogida. El Centro de Recursos Jurídicos (CRJ), activo desde 1999, es uno de los impulsores. En los últimos meses, a través de investigaciones, grupos de trabajo y representaciones teatrales, se han presentado las historias de los recién llegados, contribuyendo a la construcción de un entorno social que comprenda y respete sus complejas experiencias de vida y migración.
Georgiana Bădescu, coordinadora del proyecto, ha dedicado el último año a comprender las necesidades y dificultades a las que se enfrentan los migrantes en Rumanía y a identificar formas innovadoras en las que estos puedan contar sus historias:
«Sentía que faltaba representación de las historias de vida en el espacio público, en el sentido de que el ciudadano de a pie, el rumano, conocía este tipo de alteridad, de extranjeros, a través de las noticias, a través de la prensa e indirectamente. Y no sentíamos que existieran necesariamente historias auténticas o su voz auténtica en el espacio público. Me parecía que eran susceptibles de discriminación, tanto por parte del Estado como de la población, que quizá se asusta ante algo nuevo. Y creo que sentíamos la necesidad de que existieran algunos contornos, al menos en la fase inicial, para ver un poco cualitativamente dónde se sienten, dónde se sitúan, y sentíamos la necesidad de que, a partir de lo que investigáramos, hubiera algo en la agenda pública. Y de ahí surgió la idea de la investigación que daría lugar a un espectáculo, un libro infantil y un documental».
En el estudio Un día en la vida de un trabajador migrante, las autoras analizaron las percepciones de los migrantes sobre el sistema legislativo rumano, así como la forma en que perciben la relación con los ciudadanos rumanos y con sus familias en su país de origen. La investigación puso de manifiesto un fuerte contraste entre el marco legal rumano, claro y sólido, con disposiciones elaboradas, y la realidad a la que se enfrentan los migrantes. Basándose en los problemas identificados en las entrevistas, la directora y actriz Crista Bilciu creó un espectáculo cultural inmersivo, que se desarrolló en las propias instalaciones de la organización:
«Tuvimos diez representaciones en tres días. Cada representación contó con entre quince y veinte participantes. Lo que intentamos con el espectáculo fue hacer que cada ciudadano pasara por las etapas de la vida que los trabajadores no comunitarios habían delimitado en las entrevistas de la investigación. Había 10 puntos activos, empezando por la entrevista para el visado, donde les hicimos preguntas que los migrantes nos habían contado durante la investigación. Una de ellas, que recuerde, era la de un trabajador migrante que estaba tramitando su permiso de trabajo para la construcción y al que el entrevistador le pidió que le mostrara las manos para ver si eran manos de trabajador. Y entonces el espectador rumano pasaba por estas etapas: la entrevista para el visado, después el jefe les daba bolsas de reparto y un mapa con el que tenían que orientarse por toda la casa, donde estaba oscuro y solo disponían de una linterna ultravioleta, con la que podían descubrir mensajes ocultos en las paredes que eran los testimonios de los migrantes. Luego, al médico, donde intentamos retratar de alguna manera una situación que nos encontramos con un migrante, a saber, ir al médico y descubrir que, en realidad, el empleador nunca te ha pagado las cotizaciones y no tienes seguro. Una sala de soledad, en la que podían escuchar un mensaje de voz en bengalí y en rumano, enviado por uno de los trabajadores a su madre».
Georgiana Bădescu afirma que, tras cada representación, los participantes se quedaban fuera del recinto para discutir y debatir, sorprendidos por una realidad que no imaginaban. Tras el espectáculo, el CRJ creó un libro infantil inspirado en la historia de un repartidor de comida que siempre lleva consigo una cámara de vídeo para poder ver a su hijo de dos años desde casa.
La representante de CRJ cree que los puentes culturales creados con las comunidades de migrantes deberían seguir siendo una prioridad para la Administración del Fondo Cultural Nacional y otros financiadores. En su opinión, la cultura es el método más seguro para reducir el nivel de discriminación, aumentar el nivel de concienciación y mejorar las relaciones entre comunidades. La cultura y el arte, sostiene la especialista, son un método extraordinario para unir a las personas.
Versión en español: Antonio Madrid