Centenario de Monica Lovinescu
Monica Lovinescu fue una de las voces más poderosas de la Rumanía libre, anticomunista y antifascista en el exilio, entre 1945 y 1989.
Steliu Lambru, 13.11.2023, 14:20
No cabe duda de que Radio Europa Libre fue la fuente de información, análisis y síntesis más importante de la situación política, económica y cultural de Rumanía en la segunda mitad del siglo XX. El servicio rumano de Radio Europa Libre contaba con un equipo formado por los nombres más conocidos del periodismo radiofónico rumano: Noel Bernard, Mircea Carp, Vlad Georgescu, Neculai Constantin Munteanu y otros. Por último, pero no menos importante, tal vez incluso entre los primeros nombres mencionados, está Monica Lovinescu, de cuyo nacimiento se cumplirán 100 años el 19 de noviembre.
Monica Lovinescu fue una de las voces más poderosas de la Rumanía libre, anticomunista y antifascista en el exilio, entre 1945 y 1989. Ella nació en Bucarest y fue hija del crítico literario Eugen Lovinescu y de la profesora de francés Ecaterina Bălăciou, asesinada durante su detención por el régimen comunista. Periodista y crítica literaria, Monica Lovinescu llegó a ser una autoridad en este campo, igual que su padre. En 1947, cuando tenía solo 24 años y una carrera ya muy prometedora, emigró a Francia donde, junto a su marido, Virgil Ierunca, realizó los programas culturales y políticos más atractivos de la Europa Libre. Su voz inconfundible, sus principios morales y su ética laboral irreprochable, así como sus comentarios y críticas muy pertinentes, la convirtieron en una de las estrellas de la emisora.
El Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana tuvo la oportunidad de entrevistar a Monica Lovinescu en 1998. En aquel entonces, ella se acordaba de la oficina parisina de Europa Libre, fundada a principios de los años sesenta, el lugar donde se producían los famosos programas de radio, que llamaban la atención de los rumanos.
«Desde aquí hacíamos lo que otros países normalmente no hacían, éramos únicos, el caso rumano era único. Porque emitíamos una hora a la semana, mi programa se titulaba «Tesis y antítesis en París», unos 40 minutos duraba el programa de Virgil Ierunca, «La historia de la charla», y dos veces 20 minutos para “La actualidad rumana”, cuyo tema era la cultura del país. Por lo tanto, el estudio lo teníamos ocupado todo el día y teníamos un número de horas de emisión que ninguna otra nación tenía».
Monica Lovinescu se comprometió con el periodismo radiofónico en cuerpo y alma. No sólo en el estudio en el que grababan tenía una dotación técnica a la altura, sino que también en su casa, Monica Lovinescu y su esposo, Virgil Ierunca, tenían un magnetófono en el que grababan los textos e iban al estudio únicamente para juntarlos con la música.
Monica Lovinescu también habló de las fuentes de información sobre Rumanía, dadas las dificultades que la prensa libre tenía con el régimen comunista rumano.
«Estábamos investigando la situación de Rumanía de dos maneras. A través de los periódicos, por un lado, éramos suscriptores de los principales periódicos, estaban a nombre de Virgil Ierunca, pero teníamos un buzón, para no divulgar nuestra dirección. Eso, por un lado. Y, por otro lado, nos reuníamos con cuatro o cinco escritores al mes, por lo menos. Los llamábamos –así se llamaban a sí mismos finalmente– «los clandestinos», es decir, ningún escritor rumano sabía que veíamos a otro; sabían que nos veíamos, pero no sabían a quién. Y mantuvimos este secreto para no lastimarlos de ninguna manera. Así que conocía la vida literaria y los grandes temas políticos que había dentro».
Espíritu universal, Monica Lovinescu no podía hablar solo de Rumanía a los rumanos en sus programas de radio.
«»Tesis y antítesis en París» no trataba solo de literatura rumana, sino también de lo que sucedía en París. No tanto desde el punto de vista francés; era un magacín de cultura semanal. En París era una especie de encrucijada, donde se desarrollaba todo lo relacionado con la vanguardia, cualquier debate de ideas interesante. O trataba los éxitos de varios rumanos residentes en el extranjero, como Lucian Pintilie, Mircea Eliade o Eugen Ionescu. Todos estuvieron frente a este micrófono y se hicieron programas con ellos y sobre ellos».
Una periodista así no podía ser indiferente al régimen comunista de Bucarest, que decidió silenciarla. Primero, el régimen inició una campaña de difamación en la prensa. Luego pasó a la agresión física.
«En noviembre de 1977, un día antes de que Paul Goma llegara a París, el 18 de noviembre para ser exactos, me esperaban dos palestinos. Y me pidieron que entrara en casa, porque tenían un mensaje para mí. Me pareció sospechoso, porque me llamaban «señora Monica» y aquí «señora» seguido por mi nombre de pila es algo muy familiar, no se usa. Así que me di cuenta y no los dejé entrar. Y fue entonces cuando empezaron a darme patadas en la cabeza. Me caí, grité, me desmayé, luego alguien vino de la calle y los palestinos salieron corriendo. El que vino a ayudarme corrió tras ellos, pero no los encontró. Salí de esto solo con la nariz un poco rota y sin otros daños graves, además de la cara y el brazo hinchados».
Después de 1989, Monica Lovinescu siguió hablando a los rumanos sobre la libertad, la democracia, los principios y la historia hasta su muerte, en 2008. Su trabajo es un legado importantísimo para entender la condición del intelectual exiliado y enfrentado al Mal, y que finalmente venció.
Versión en español: Mihaela Stoian