Campamento de Aviación para Niños
Energía, aventura, alegría, libertad... así se describe una experiencia única en Rumanía, creada por los organizadores del «Campamento de aviación». Y aunque pueda parecer increíble, los niños realmente quieren volar, ya sea como pasajeros en aviones de línea, invitados en la cabina de mando o copilotos en aviones pequeños.
Ana-Maria Cononovici, 30.09.2025, 14:00
Durante las vacaciones de verano, unos 200 niños disfrutaron de la experiencia del Campamento de Aviación. Partiendo de la idea de que no hay pasajeros más felices que los niños que vuelan, en Brașov se ha creado una experiencia única en el país.
¿Por qué un campamento de aviación? Se lo preguntamos a Mihai Sturzu, piloto y fundador del proyecto:
«La idea nació hace unos cuatro años, cuando viajaba con una avioneta biplaza de Bucarest a Cluj y, siendo sincero, me dio pereza seguir hasta allí. Aterricé en Brașov, mi ciudad natal, y mientras descendía pedí a mis amigos – los mismos desde quinto de primaria hasta hoy – que vinieran a recogerme. El primero respondió que sí, pero que estaba con sus sobrinos, y preguntó si podía llevarlos a volar. Acepté. El segundo dijo lo mismo con sus hijos, el tercero igual. Así, en el aeródromo de Ghimbav, junto a Brașov, se juntaron seis o siete chavales y con cada uno hice un vuelo en la avioneta. Vi en sus ojos una alegría como pocas veces se ve. En ese instante surgió la idea del campamento. Tardé en organizar todos los detalles, pero este año hemos celebrado la primera edición. Ha sido extraordinaria, superó todas nuestras expectativas. La felicidad que viví hace cuatro años la he revivido ahora con más de 200 niños en el campamento de aviación».
Le preguntamos a Mihai Sturzu si también participaron niños que solo buscaban jugar, no necesariamente futuros pilotos:
«Pensamos que vendrían sobre todo apasionados de la aviación, que sueñan con ser pilotos. Muchos ya saben que quieren seguir ese camino y están bastante preparados, aunque aún son demasiado pequeños para comenzar la escuela de vuelo. Por eso vienen aquí. Pero también hemos tenido la alegría de recibir niños simplemente curiosos por el mundo de la aviación, incluso algunos que nunca habían volado y cuyo primer contacto fue directamente a los mandos».
Cristina Decu, participante en esta edición, lo resume así:
«¡Vendría cada año si pudiera! Es excepcional, justo lo que quiero hacer: pilotar. Yo, como chica tímida, pensaba que no iba a encajar del todo, no tenía grandes expectativas. Pero el campamento ha sido magnífico, muy bien organizado. Aprendí muchísimo: visitamos la fábrica de helicópteros Puma 330, la de Airbus, asistimos a una presentación sobre drones militares y muchas otras actividades. Pero lo más esperado, por supuesto, fue el día de vuelo. ¿Qué niño no sueña con subirse a un PS 28 Cruiser y ver el mundo desde arriba, con un instructor que te lee al instante? Al principio tuve algo de miedo: era la primera vez que subía a un avión en mi vida y no sabía cómo sería. Pero no tuve ningún problema. El momento más divertido fue cuando vi al instructor levantar las manos y decirme: “¡El avión está en tus manos!”. Aunque sabía que llevaba yo los mandos, no tuve miedo: me sentía segura porque él estaba a mi lado».
Le pedimos a Mihai Sturzu que nos contara cómo funciona el campamento, y nos explicó que este año también llegaron niños de otros países:
«Este verano vinieron de Alemania, Francia, Bélgica, Inglaterra, Irlanda… de todas partes. Durante una semana, los niños exploran y dan sus primeros pasos en el mundo de la aviación. Brașov nos lo ofrece todo: visitamos hangares, ven planeadores y aviones, cómo se hace el mantenimiento… Son muy curiosos y nos encanta explicarles cómo vuelan los planeadores aunque no tengan motor. Hablamos de la historia de la aviación, desde Ícaro hasta Dumitru Prunariu, y de la extraordinaria contribución rumana. Muchos no sabían que hoy volamos en grandes Airbus o Boeing con motores a reacción gracias a que Henri Coandă inventó precisamente ese motor. Todos los niños vuelan, todos pilotan. Tenemos un acuerdo con el Aeroclub de Rumanía, que dispone de aviones nuevos. Cada niño despega con un instructor a su lado, cada uno pilota, pone la mano en la palanca, entiende lo que significa volar. Además, hacen sesiones en simulador, una excursión al pico Postăvaru y una práctica: qué hacer si aterrizas allí y cómo encontrar el camino de regreso».
Experiencias que hacen desear volver a ser niño. Y, sin duda, para los participantes, una vivencia que marcará sus vidas o quedará como recuerdo imborrable. Así lo resume Mihai Sturzu, quien añade que más de 180 niños ya han manifestado su deseo de volver el próximo año.
Versión en español: Valeriu Radulian