Las Fraternidades de la Cruz
Antes de que el Movimiento Legionario y la Guardia de Hierros llegaran a ser conocidos, sus cimientos los pusieron las Fraternidades de la Cruz, la organización que inició a quienes compartían las ideas fascistas.
Steliu Lambru, 19.09.2022, 15:42
En el siglo XX se llegaron a manifestar plenamente los dos totalitarismos: el fascismo y el comunismo. Fue el siglo en el que la democracia liberal sufrió sus peores crisis, y fue el totalitarismo el que logró convencer a mucha gente de que era una mejor solución a las carencias de la democracia. Y en Rumanía, el totalitarismo se abrió camino con vigor en la mente de la gente. El fascismo manipuló las ideas y especialmente los sentimientos, simplificándolos groseramente y convirtiéndolos en instrumentos de asesinato. El Movimiento Legionario y su partido, Guardia de Hierro, representaron las fórmulas fascistas más radicales del pensamiento totalitario de extrema derecha. Pero antes de que llegaran a ser conocidos, sus cimientos los pusieron las Fraternidades de la Cruz, la organización que inició a quienes compartían las ideas fascistas. Surgidas en 1923 como organizaciones juveniles nacionalistas por iniciativa de Corneliu Zelea Codreanu, futuro líder de la Guardia de Hierro, las Fraternidades de la Cruz atrajeron y formaron a nuevos fervientes miembros.
El Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana ha grabado entrevistas con exmiembros de las Fraternidades de la Cruz durante las últimas décadas. En 1997, Alexandru Băncescu de Campulung Moldovenesc recordó cómo se desarrollaban las reuniones de la Fraternidad de la Cruz de su ciudad natal.
“La orientación legionaria nos hermanaba a todos. Había momentos de oración, había, como solía hacerse en las Fraternidades de la Cruz, un “minuto de amistad” a través del cual nos educábamos. Compartíamos con sinceridad nuestras faltas, cada uno tomaba medidas para corregirse, nos corregíamos e incluso nos autocastigábamos cuando era necesario corregir nuestras faltas y hacer de una persona una personalidad. Hacíamos ejercicios físicos para fortalecer el cuerpo, hacíamos noches de campamento con las Fraternidades de la Cruz por las montañas de Rărău, en Moara Dracului y en otros lugares, donde venía mucha gente de toda Moldavia. Allí nos reuníamos, cantábamos y contábamos historias de nuestra nación, del país, de nuestra historia”.
En 1999, Mircea Dumitrescu de Bucarest contó la historia de cómo se unió a las Fraternidades de la Cruz a la edad de 13 años.
“Me acerqué leyendo y hablando con mis compañeros de clase. ¿Qué había leído? Para legionarios, un libro escrito por Corneliu Codreanu, había leído La Fraternidad de la Cruz, escrito por Gheorghe Istrate, organizador de las Fraternidades de la Cruz, Credo generacional por Ion Moța, Del mundo legionario y otros libros legionarios. ¿Dónde los había encontrado? Había un grupo de personas en Buftea que se dedicaban a esto. Uno de ellos fue fusilado en 1939 por los policías de Carol II. Lo conocí, conocí a su padre. Los otros eran doctores en economía, los hermanos Stan. También hablaba con ellos, a través de mi padre, a través de los amigos de mi padre».
¿Qué se esperaba de los jóvenes miembros? El comportamiento de un nuevo tipo de hombre, un hombre del futuro, como decía Dumitrescu.
«¿En qué se suponía que íbamos a convertirnos? Bueno, en primer lugar, se nos dijo que no éramos lo suficientemente cristianos. Todos los días, la catorceava parte del tiempo, es decir, 36 minutos, teníamos que dedicarnos a la relación con Dios. Eso significaba leer el Nuevo Testamento, significaba un chequeo mental de lo que habíamos hecho durante el día para ver dónde y cómo y si habíamos hecho algo mal, si habíamos pecado. Después de eso, se nos decía que la relación con Dios sin la relación con el prójimo no existía. También debíamos reservar una catorceava parte de nuestros supuestos ahorros para ayudar a los demás. Esto significaba que si comíamos un helado que costaba, digamos, 40 leus, reservábamos 1 leu para aquellos que algún día necesitarían este dinero. Hacíamos cosas así. También estábamos controlados. Es decir, entre otras cosas, esta pequeña actividad con el tiempo y el dinero, tenía que ser mencionada en un trocito de papel, un cuadernito llamado mi cuaderno.”
La educación fuertemente cristiana atrajo no solo a los deseosos de buscar una nueva identidad ética, sino que también supuso una selección de la que iba a nacer una élite. En 1994, el sacerdote Ilie Ținta detalló cómo se seleccionaban los miembros de las Fraternidades de la Cruz.
«Por regla general, reclutábamos a que eran los mejores estudiantes y que tenían un comportamiento ejemplar. Los que suspendían o repetían, no, nunca los recluté. La persecución de los años 38-39 nos mermó un poco porque nos buscaban los de la Siguranţă [el Servicio Secreto], pero lo superamos bien. En 1940, cuando el Movimiento fue legalizado por un tiempo, bajo Antonescu, yo era el jefe de las «Fraternidades de la Cruz» en el Seminario Nifon en Bucarest».
Pero el paso del tiempo no deja que las ideas se congelen, lo modifica todo. Después de que terminara el período del fascismo en 1945, la otra cara del totalitarismo, el comunismo, hizo su aparición en Europa Central y Oriental. Y de entre los miembros de las Fraternidades de la Cruz, los que se habían fugado de las cárceles, nació una parte del movimiento de resistencia anticomunista.