Enemigas del pueblo
El comunismo fue el régimen político más represivo que ha vivido la humanidad en toda su historia. Mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, adultos y niños pasaron por las peores atrocidades que se habían imaginado hasta entonces y fueron calificados por el régimen de «enemigos del pueblo». En Rumanía, el comunismo fue tan represivo como en los demás países que tuvieron la desgracia de ser sometidos por él. Las mujeres rumanas, al igual que los hombres, pasaron por campos de concentración y prisiones, ya que eran consideradas «enemigas del pueblo».
Steliu Lambru, 15.12.2025, 11:48
La expresión “enemigo del pueblo” apareció en Rumanía con la instauración del régimen comunista por el Ejército soviético. Cientos de miles de rumanos fueron encarcelados bajo las acusaciones más variadas, desde la simple expresión de opiniones contrarias al régimen hasta los partisanos que lucharon con las armas en la mano. La justicia y la prensa comunistas fueron los principales instrumentos con los que los llamados “enemigos del pueblo” eran sometidos al oprobio público. La expresión no era solo un artificio estilístico de la prensa, era un cargo de acusación y una condena penal. La lista de los “enemigos del pueblo” es tan larga que harían falta bibliotecas enteras para abarcarla.
Pero también existieron “enemigas del pueblo”. Las mujeres, familiares de los “enemigos del pueblo”, sufrieron junto a los hombres persecuciones físicas y psíquicas difíciles de imaginar. Fueron arrojadas a las cárceles, privadas de alimento, calor, descanso, luz y ropa, torturadas hasta la muerte, dieron a luz en celdas. El Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia elaboró una estadística sobre las mujeres que sufrieron persecuciones durante el comunismo. El 5% de los detenidos encarcelados por motivos políticos en la Rumanía comunista fueron mujeres, es decir, varios miles de personas. Los motivos variaron desde considerarlas peligrosas para el orden social del Estado comunista hasta su encarcelamiento por ser familiares de presos varones. De ellas, el 1,25% no sobrevivió a la detención. Desde el punto de vista del origen social, el 27% eran burguesas, el 45% campesinas, el 21% obreras, el 1,5% adineradas. Desde el punto de vista de la afiliación política, el 89% eran apolíticas, el 5% demócratas, el 6% socialistas y comunistas. Desde el punto de vista de los estudios, el 28% tenía bachillerato, el 26% estudios primarios, el 15% estudios elementales, el 13% estudios superiores, el 4% formación profesional, el 9% eran analfabetas.
Los destinos de aquellas mujeres se presentaron en la exposición “Enemigas del pueblo” en el Museo Nacional de Historia de Rumanía, donde los paneles retratan casos de auténtico heroísmo. Estamos acostumbrados, por el cine y los relatos, a creer que un héroe o una heroína se distinguen en combate, en el frente. Pero la vida real nos dice que también son heroínas quienes afrontan un destino injusto con dignidad y honor.
La poeta Ana Blandiana dijo que, más allá de los tiempos crueles que aquellas mujeres valientes vivieron y que las pusieron a dura prueba, ellas sufrieron por el sentimiento humano más noble.
“Es, en realidad, una exposición sobre el amor. Esta exposición, que reúne a mujeres que estuvieron en cárceles comunistas, no habla de la ideología de esas mujeres, que creo que ni siquiera podía definirse así. Los motivos, numerosos y complejos, que las llevaron a la cárcel fueron, en menor medida, políticos. En la base de la resistencia, de su fuerza para permanecer fieles a sí mismas, estuvo, en realidad, el amor. Porque, en la mayoría de los casos, estas mujeres llegaron, algunas, incluso a dar su vida porque no traicionaron a sus padres, hermanos, amados, maridos. He aquí esa característica, esa fuerza femenina. Por lo demás, el escritor que hay en mí no puede dejar de llamarles la atención sobre el hecho de que, en la literatura rumana, sobre todo en la de Transilvania, los retratos de mujeres tienen una gran potencia. La mujer en las novelas transilvanas es más fuerte que los hombres, y esa fuerza se ve de manera extraordinaria en nuestra exposición.”
Cada uno de nosotros tiene recursos internos de humanidad que no sospechamos. Y los recursos de amor de aquellas mujeres sometidas a duras pruebas fueron la fuerza para resistir y para luchar por lo que es bueno y justo. Ana Blandiana:
“Lo político, lo que pertenece a la historia del día a día, en el destino de estas mujeres, es el hecho de que ellas pertenecían, por la manera en que estaban formadas, por su esencia y su fuerza, a un mundo que no aceptó degradarse. Pensemos que, al final del Imperio romano, la humanidad fue salvada por la Buena Nueva, el Evangelio. La Buena Nueva era ama a tu prójimo como a ti mismo. Y 20 siglos después, el amor, aunque siempre pisoteado, sostuvo, teóricamente, la base de la arquitectura moral de la humanidad. En el siglo XX, y en la Rumanía en la que vivieron estas mujeres, el amor había sido reemplazado por el odio, odio de clase, odio de raza, ante todo. Pero tampoco importa. Lo principal es que el amor ya no tenía un papel en la sociedad, había sido sustituido por el odio, y estas mujeres no aceptaron eso.”
Las mujeres de las cárceles comunistas sufrieron por ideales nobles, por otras personas, por sus principios, por aquello que nos hace humanos. Ana Blandiana:
“El amor entre hombres y mujeres está en la propia base de nuestra existencia. Me gustaría mirar esta exposición más allá de todo lo que sabemos del comunismo, de todo lo monstruoso que hubo en esa sociedad, y desde una perspectiva filosófica. Porque todo lo que hicieron estas mujeres, a quienes, en prisión, de manera evidente, les fue más duro que a los hombres, todo lo que hicieron fue algo que tuvo que ver con la propia esencia humana, y nuestra exposición es un homenaje a la fuerza de las mujeres para seguir siendo humanas.”
Las “enemigas del pueblo” están hoy en un mundo mejor y para nosotros son leyendas humanas. Fueron, en verdad, unas enemigas. Pero enemigas del mal y de todo lo inhumano.
Versión en español: Valeriu Radulian