La miscelánea: Regreso a clases en Rumanía: entre la esperanza y el desafío
Cada septiembre, las calles de Rumanía se llenan de mochilas nuevas, uniformes y familias que acompañan a sus hijos al primer día de clases.
Brigitta Pana, 08.09.2025, 18:15
El inicio del curso no es un simple trámite administrativo: tiene una fuerte dimensión cultural y social, pues la educación ha sido históricamente vista como un motor de movilidad social y de progreso personal. Aunque los tiempos cambien, esa convicción sigue viva en la sociedad rumana.
El sistema educativo ofrece escolaridad gratuita y obligatoria hasta el décimo año. Tras la etapa preescolar y primaria, los alumnos pasan a la secundaria y luego pueden optar por el liceo, la formación profesional o la universidad. Desde 1989, la estructura ha vivido numerosas reformas, en un proceso de adaptación a los estándares europeos. Sin embargo, las diferencias entre zonas urbanas y rurales son muy notorias: en las ciudades grandes, las escuelas cuentan con laboratorios, bibliotecas digitales y actividades extracurriculares, mientras que en los pueblos pequeños aún persisten carencias como calefacción deficiente, transporte irregular o material obsoleto.
Las percepciones sobre la educación son diversas. Muchos padres valoran la formación de calidad como una inversión esencial y hacen sacrificios para financiar clases particulares, academias de idiomas o preparación para exámenes. Al mismo tiempo, hay una desconfianza hacia las constantes reformas, que a menudo se implementan con prisa y sin preparación suficiente, generando incertidumbre entre docentes y alumnos. Los propios estudiantes critican que la escuela siga centrada en la memorización y en la teoría, dejando poco espacio para el pensamiento crítico, la creatividad o las competencias prácticas. El inicio de curso refleja así tanto las luces como las sombras del país: falta de inversión en infraestructuras, salarios bajos para los profesores y desigualdades sociales, pero también ejemplos de solidaridad comunitaria, programas de apoyo de ONG y empresas, y la vocación de muchos docentes.
Este nuevo año escolar llega con varias novedades. El currículo en asignaturas clave como lengua, matemáticas e historia será actualizado para dar más espacio a las competencias, al análisis crítico y al trabajo en grupo. Se refuerza la enseñanza de lenguas extranjeras —inglés, francés, alemán y cada vez más español— con nuevas secciones bilingües en los liceos. La digitalización es otra prioridad: tras las dificultades vividas durante la pandemia, el gobierno promete distribuir tabletas y portátiles a estudiantes vulnerables y consolidar plataformas educativas online. En paralelo, se lanzan programas sociales como vales para material escolar, mochilas y uniformes, así como la garantía de una comida caliente al día en ciertas escuelas, lo que combate la malnutrición y favorece la asistencia. En comunidades rurales se introducen servicios de transporte escolar gratuito para reducir la tasa de abandono. En cuanto a la evaluación, se están probando métodos que combinan exámenes clásicos con portafolios, proyectos y evaluaciones por competencias. Incluso en el Bachillerato se plantean ajustes para fomentar la resolución de problemas y el pensamiento crítico.
Otra novedad es la creciente atención a la educación inclusiva. Se diseñan planes para integrar mejor a los alumnos con discapacidades, a los niños de minorías étnicas —como la comunidad romaní— y a los hijos de familias retornadas del extranjero. El reto es contar con recursos humanos y materiales suficientes para que la inclusión sea real en cada aula.
Finalmente, la escuela rumana se conecta cada vez más con el contexto europeo mediante programas como Erasmus+, que permiten intercambios internacionales de alumnos y profesores. Estas experiencias enriquecen la formación y refuerzan el sentido de pertenencia a una comunidad europea más amplia.
En suma, el regreso a clases en Rumanía no es solo un ritual lleno de emoción y tradición, sino también un espejo de los desafíos y aspiraciones de la sociedad: mejorar infraestructuras, modernizar contenidos, apoyar a los más vulnerables e integrar la educación en la dinámica europea y global.