El estalinismo y el estudio de la historia en Rumanía
A partir de 1948, tras eliminar el último obstáculo que representaba el rey Miguel I, el régimen del partido comunista se dedicó a transformar Rumanía en un Estado socialista. Esto supuso también un cambio en el estudio de la historia, que se convirtió en una de las ciencias sociales y humanas más politizadas.
Steliu Lambru, 17.11.2025, 12:56
En el universo estalinista, la ciencia fue orientada ideológicamente igual que las demás partes de la vida de los individuos. Las ciencias sociales fueron las que más sufrieron, y la historia entre ellas. En todos los niveles, la historia fue reescrita y censurada, esta era la forma más suave de represión. La forma más dura fue la física, la cárcel, adonde llegaron importantes historiadores rumanos de antes de 1945.
El historiador Ion Agrigoroaie fue estudiante, en los años de pleno poder estalinista, en la Universidad de Iași. En 1995, relataba al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana qué ambiente encontró en la universidad cuando se hizo estudiante.
“En 1954 terminé el liceo internado Costache Negruzzi de Iași, en el contexto de aquellos años en los que eran muy fuertes las influencias del culto a la personalidad de Stalin. Aun así, quiero decir que el internado nos ofreció una base importante para competir, con éxito, en la enseñanza superior. En 1954, poco después de la muerte de Stalin, el culto a la personalidad seguía siendo muy fuerte. También se produjo una reorganización de las facultades. En el año en que ingresé yo, la Facultad de Filosofía se unió con la de Historia, y la facultad se llamó Filología-Historia, con la sección de rumano, la sección de historia, la sección de historia-rumano y la sección de lengua rusa. Se habían suprimido las secciones de lenguas extranjeras, francés, inglés y alemán”.
A pesar de las vicisitudes, el personal universitario intentaba transmitir conocimientos honestos a las nuevas generaciones cuyas carreras profesionales ya estaban marcadas por la politización.
“Quisiera decir que tuvimos profesores que honraron plenamente su condición de profesores, de historiadores. Tuvimos profesores, aunque no todos, que nos enseñaron de verdad y nos enseñaron cómo aprender. Muy poca gente sabe ya que en aquellos años no se podía estudiar la obra de Nicolae Iorga o de Vasile Pârvan, y ni hablar de Gheorghe Brătianu. Quisiera señalar que éramos heterogéneos en cuanto a preparación. Algunos llegaron con una formación mejor, otros con una formación más débil. Entre los estudiantes había grandes diferencias desde este punto de vista, sobre todo porque algunos tenían diplomas más o menos legales. Entonces, y aún unos años después, se puso el acento en el expediente, es decir, en el origen social de los padres y en si éramos o no miembros de la Unión de la Juventud Trabajadora. Muy pocos entonces entre nosotros podían ser miembros del partido comunista, el Partido de los Trabajadores Rumanos, como se llamaba entonces, y entendí después que esos pocos, los pocos que eran, tenían de algún modo aseguradas las plazas para entrar en la enseñanza en las facultades de ciencias sociales”.
Los asesores soviéticos en la enseñanza fueron quienes hicieron que la nueva historia se impartiera de acuerdo con la ideología. Ion Agrigoroaie.
“En Iași existía un consulado soviético, había un asesor cultural soviético que tenía el derecho o la obligación de controlar la enseñanza de las ciencias sociales. Los cursos debían redactarse y, a petición suya, podía verlos, revisarlos y dar su opinión sobre el contenido de estas disciplinas. Es muy conocido el caso del fallecido profesor Constantin Cihodariu. Él señaló la necesidad de la intervención del ejército rumano en 1877, a petición de los comandantes rusos del sur del Danubio, que habían avanzado demasiado y no habían cubierto su retaguardia. Y entonces el gran duque Nicolás pidió al príncipe Carol que entrara de inmediato en acción. Hay un telegrama célebre en este sentido. El profesor Cihodariu señaló que algunos comandantes del ejército ruso no se demostraron competentes en la conducción de las operaciones en el sur del Danubio y que no tenían únicamente la preocupación por las operaciones militares. Pues bien, esto molestó mucho al consulado soviético de Iași, en el sentido de que lo consideraban una difamación del ejército ruso. El profesor Cihodariu subrayó que la información la tenía de los trabajos de la historiografía soviética. A lo que se le replicó que aquello que ellos tenían derecho a decir, es decir, la propia historiografía soviética, nosotros no teníamos derecho a decirlo. Después fue degradado del rango de conferenciante al de lector y estuvo incluso a punto de ser expulsado de la enseñanza superior”.
La reescritura del pasado rumano se extendió también a los monumentos de espacio público. Ion Agrigoroaie.
“Asistí al derrocamiento de la estatua de Titu Maiorescu frente a la Universidad. Creo que era alumno de secundaria, no puedo decir si fue en 1953 o en 1954. Allí estaban las estatuas de Mihail Kogălniceanu y Mihai Eminescu y después se hicieron algunas modificaciones. Junto a la estatua de Kogălniceanu estaba la estatua de Maiorescu. Fue simplemente arrastrada con una cuerda y, después, pasábamos años enteros por allí bordeando la marca que había dejado en el asfalto la estatua caída. Supe más tarde que había sido fundida cuando se buscó para volver a colocarla en su sitio. Fueron traumas, sin duda”.
La historia en tiempos del estalinismo es un ejemplo de perversión de la profesión y de la verdad. Nadie debería pasar por lo que pasaron los rumanos y las demás naciones a las que se les impusieron criterios políticos en lugar de criterios profesionales.
Versión en español: Valeriu Radulian